No resulta extraño comenzar el día leyendo una noticia sobre la calidad del aire en la ciudad o recibiendo avisos donde alertan del peligro de realizar actividades al aire libre por la gran cantidad de contaminación.
El aumento de las patologías asociadas a estas exposiciones, como enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cáncer o alteraciones endocrinas, entre otras, presentan un nuevo reto para la salud pública.
Además, los niveles de contaminación de agua, aire, suelo, la emisión de compuestos químicos y el calentamiento global, en general, va aumentando cada vez más.
Algunos ejemplos de relación directa entre el cambio climático y el empeoramiento de la salud son lo siguientes:
- Incremento de la mortalidad ligada al aumento de la temperatura y condiciones meteorológicas extremas.
- Aumento de casos de asma, EPOC, bronquitis aguda, dolor de pecho y otras enfermedades cardio-respiratorias producidas por el empeoramiento de la calidad del aire.
- Nuevos riesgos para numerosos colectivos de personas que trabajan al aire libre expuestos a altas temperaturas e inclemencias climatológicas en la agricultura y ganadería.
Además, se ha demostrado que la exposición a la contaminación del aire durante la niñez y la adolescencia está asociada con el desarrollo de problemas de salud mental. Y que incluso la contaminación del aire afecta el desarrollo normal del sistema nervioso central.
Cada vez hay una mayor evidencia científica de que el cambio climático contribuye a aumentar la carga de enfermedades y de muertes prematuras, y se prevé que este fenómeno irá acentuándose en las próximas décadas.
Por eso, combatir la crisis climática es, por lo tanto, un reto para la sociedad en su conjunto y para la sanitaria en particular, ya que tratar de reducir el impacto, salvará vidas en el futuro.
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